Después de más de 10 años trabajando como docente en Reino Unido, creo que ya puedo permitirme hablar con claridad. No todo es como lo pintan. Hay muchas cosas que valoro de este país, sí, pero también hay muchas otras que me revuelven por dentro cada vez que las vivo o las veo en el aula. Y de eso va el episodio de esta semana en el pódcast De Camino al Cole: de todo lo que odio de los colegios ingleses.
En este post quiero compartir contigo algunas de esas reflexiones, desde mi experiencia, desde la trinchera educativa británica, y dejarte también algunos consejos por si te estás planteando venirte o simplemente te interesa conocer cómo funcionan otros sistemas educativos.
Cuando la educación se convierte en empresa (literalmente)
Una de las cosas que más me cuesta asumir aquí es que los colegios públicos estén gestionados como si fueran empresas privadas. Literal. Hay CEOs que cobran sueldos astronómicos, toman decisiones sin pisar el aula y mueven los hilos desde oficinas centrales.
“No se puede tratar la educación como una empresa si es con dinero público”.
En mi centro hemos cambiado de Trust (una especie de grupo de colegios) y la sensación de desconexión con lo pedagógico es brutal. A veces, lo que menos importa es el bienestar del alumnado o del profesorado.
Consejo de profe a profe: si estás en un centro donde sientes que la dirección está lejos del aula, intenta crear red con tus compis. Un claustro unido puede hacer mucho más de lo que parece.
Dividir por niveles no siempre ayuda (y a veces hace daño)
Aquí es muy habitual que el alumnado esté dividido por “sets”, es decir, por nivel. Desde primaria. ¿El problema? Que muchas veces eso limita su acceso a determinados contenidos o exámenes, y automáticamente baja su autoestima y sus expectativas.
“Si yo estoy en ‘bajo’, no voy a sacar más de un 4. ¿Para qué me voy a esforzar?”, me dijo una alumna.
Y esa frase se me quedó grabada.
¿Qué intento hacer yo? Uso mucho los grupos flexibles y hago evaluaciones formativas donde el error forma parte del proceso. Cuesta, sí. Pero merece la pena.
Grammar schools: meritocracia… o privilegio encubierto
En teoría, los grammar schools son colegios públicos con exámenes de entrada. Pero en la práctica, entra quien puede pagar tutores privados para preparar esos exámenes. Es otra forma más de clasismo educativo.
“Esto que se pensó para dar acceso a familias con menos recursos, ahora lo aprovecha quien tiene más dinero”.
Esto lo veo cada día en mis sesiones de tutoring por las tardes. Las niñas que vienen de grammar tienen comportamientos completamente distintos a las de otros centros, y no porque sean “mejores”, sino porque vienen de entornos completamente diferentes.
Ser extranjera (según de dónde vengas)
Una de las cosas que más me ha dolido es ver cómo el trato cambia dependiendo del país del que vengas. A mí me dicen que soy “la española graciosa”, la del sol, la sangría… pero tengo compañeras rumanas que viven una realidad muy diferente.
“El idioma lo traen, solo que no es el tuyo”.
Esto lo digo mucho cuando hablan de alumnado extranjero “que viene sin idioma”. No, corazón. El idioma lo tienen. Lo que pasa es que no es el inglés. Y eso no significa que no tengan conocimiento.
Si trabajas con alumnado recién llegado, dale tiempo. Escúchales. Mira más allá del idioma. Muchas veces, solo necesitan una oportunidad real.
Si todo esto te interesa, te invito a escuchar el episodio
Este episodio es un poco desahogo, lo reconozco. Pero también es una llamada a mirar con ojos críticos los sistemas educativos y pensar cómo podemos mejorarlos desde dentro, como docentes.
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